Impala

Aepyceros melampus

Nombre común

Impala

Hábitat

Sabana arbustiva y arbolada, ecotonos entre bosques y pastizales, siempre cerca de agua
Características

Familia

Bovidae

Orden

Artiodactyla

Clase

Mammalia

Gestación

194–200 días

Nº de crías

Una cría por camada

P. Reproducción

Incluido en reservas y parques; programa de manejo para subespecie negra.

Dieta

En húmedo consume hierbas (hasta 90 %), en seco ramonea hojas, brotes, frutos y semillas (~45 % hierbas, 45 % ramoneo, 10 % frutas)

Vida

En libertad: 12–13 años En libertad: 12–13 años

Biología y comportamiento

El impala es un antílope de tamaño medio caracterizado por su cuerpo esbelto, musculatura ágil y patas largas adaptadas al salto. Presenta un pelaje rojizo en la parte dorsal, blanco en el vientre y zonas negras distintivas en la frente, las orejas, la cola y la grupa, formando un patrón de “M” invertida en la parte trasera. Su morfología está adaptada a una dieta flexible: posee una dentición mixta que le permite pastar y ramonear, así como un sistema digestivo rumiático eficiente. Los machos desarrollan una espectacular cornamenta curva en espiral de hasta 90 cm, mientras que las hembras carecen de cuernos. Las patas posteriores son especialmente poderosas, permitiéndoles dar saltos de hasta 3 metros de alto y 10 metros de largo. Esta anatomía no solo les facilita la huida ante depredadores, sino también la ejecución de exhibiciones territoriales. El impala necesita acceso regular a fuentes de agua, por lo que sus poblaciones se concentran en sabanas cercanas a ríos o humedales.

El comportamiento social del impala es complejo y dinámico. Fuera de la época de cría, los machos jóvenes forman grupos de solteros, mientras que los adultos dominantes establecen territorios que defienden activamente mediante exhibiciones visuales y vocales. Las hembras, por su parte, se agrupan con sus crías en manadas que pueden superar los 100 individuos. Esta estructura social permite una vigilancia eficaz frente a depredadores como leones, leopardos o hienas. El impala es diurno y crepuscular, y adapta sus hábitos según la temperatura y disponibilidad de alimento. Se comunica mediante bufidos, estornudos sonoros y señales visuales, como saltos acrobáticos que indican alarma o confunden a los cazadores. Durante la estación seca reduce la actividad y se desplaza menos, mientras que en época húmeda expande su rango de acción. La limpieza social, el marcaje con glándulas preorbitales y los juegos juveniles son comportamientos frecuentes.

El impala está catalogado como “Preocupación menor” por la UICN gracias a su amplia distribución y a la abundancia en áreas protegidas. Su población global supera los dos millones de individuos, aunque esta cifra es desigual entre subespecies. La subespecie negra (Aepyceros melampus petersi) es endémica del suroeste de África y se considera vulnerable debido a su área restringida y a la hibridación genética con otras poblaciones. Entre las principales amenazas figuran la pérdida de hábitat por agricultura, el aumento de la ganadería, las sequías prolongadas y la caza furtiva. Sin embargo, en muchas zonas se gestiona de forma sostenible mediante parques naturales, reservas privadas y programas de uso cinegético controlado. Es una de las especies más comunes en safaris fotográficos, lo que contribuye a su valor económico para la conservación. En cautividad, se cría con éxito, aunque su manejo requiere amplios espacios y control reproductivo.

Algunas
curiosidades

El nombre “impala” proviene del zulú y significa “antílope”.

Son conocidos como “los acróbatas de la sabana” por sus saltos espectaculares que pueden alcanzar los 3 m de alto y hasta 10 m de largo.

Los machos pueden emitir bramidos que se asemejan al rugido de un león joven, usados para advertir o intimidar a otros machos.

Durante la época de celo, los machos marcan el suelo con secreciones de glándulas faciales y orina para delimitar su territorio.

Los cuernos del macho crecen en espiral y son huecos; se utilizan en duelos ritualizados que rara vez terminan en heridas graves.

Aunque parezcan frágiles, son extremadamente resistentes a enfermedades comunes de ganado y a condiciones climáticas adversas.

En caso de peligro, un impala puede realizar varios saltos erráticos en distintas direcciones para confundir al depredador.

Se ha observado que impalas y babuinos frecuentan los mismos abrevaderos y se alertan mutuamente del peligro.

Tienen una excelente memoria espacial y recuerdan rutas de escape entre matorrales o zonas boscosas.

Las hembras pueden retrasar el parto unos días si las condiciones climáticas no son óptimas o si hay presencia de depredadores.

Forman parte del grupo de “animales señal”, cuya huida alerta a muchas otras especies cercanas.

Se acicalan entre sí, eliminando parásitos, especialmente en zonas inaccesibles del cuerpo como la cabeza o el cuello.

A veces se refugian en el interior de manadas mixtas con ñus, cebras o búfalos, aumentando la vigilancia colectiva.

Pueden cambiar su dieta de pasto a hojas según la estación, lo que les permite sobrevivir en ambientes cambiantes.

Su sentido del oído y el olfato están altamente desarrollados, compensando su visión lateral limitada.

Las crías, al nacer, permanecen ocultas entre la vegetación durante las primeras semanas de vida.

En zonas protegidas, son clave en los estudios de dinámica poblacional por su comportamiento predecible.

Existen monedas y escudos nacionales africanos que utilizan al impala como símbolo de elegancia y agilidad.