Bovidae
Artiodactyla
Mammalia
8–9 meses
Generalmente una; ocasionalmente dos
Presentes en reservas, granjas y zoológicos; empleados también en proyectos de manejo de ganado sustituto
Herbívoro ramoneador. Consume gramíneas, hojas, brotes, semillas y corteza; su dieta varía según la estación y disponibilidad de vegetación; capaz de obtener agua de plantas suculentas, lo que le permite sobrevivir en entornos secos
En libertad: 15–25 años En cautividad: Más de 25 años, según registros de zoológicos
El eland común es uno de los antílopes más grandes del mundo, con un cuerpo macizo, patas largas y una papada prominente en el cuello, especialmente visible en los machos. Presenta un pelaje de tonalidad marrón a grisácea, que se aclara con la edad y que en algunas poblaciones muestra líneas verticales pálidas en los flancos. Ambos sexos poseen cuernos en espiral, más largos y robustos en los machos. Su gran tamaño no impide que sea un animal ágil: puede trotar durante largas distancias y saltar vallas de más de 2 metros de altura. Posee un sistema digestivo especializado que le permite aprovechar tanto gramíneas como arbustos, y puede pasar largos periodos sin beber, extrayendo agua de plantas suculentas. Tiene una notable capacidad de adaptación ecológica y ocupa una amplia variedad de hábitats, desde sabanas hasta regiones semidesérticas y montañosas. Sus pezuñas anchas están adaptadas para caminar sobre terrenos blandos o pedregosos.
El eland común es una especie social que vive en manadas de entre 15 y 60 individuos, aunque en la estación húmeda pueden congregarse en grupos de hasta 500. No establece territorios fijos, sino que se desplaza en busca de alimento y agua, realizando movimientos estacionales que dependen de las lluvias. La organización social se basa en hembras con crías y machos que se agregan durante la reproducción. Los machos dominantes lideran temporalmente a las manadas reproductivas, mientras que los subadultos o viejos pueden vivir solitarios. Se comunican mediante posturas, mugidos profundos y señales olfativas como el flehmen. Son más activos al amanecer y al atardecer, y en zonas cálidas pueden adoptar hábitos nocturnos. Su andar es muy característico, produciendo un sonido de “clic” en las articulaciones, que podría tener función comunicativa o de advertencia para otros elands y predadores.
Clasificado como “Preocupación menor” por la UICN, el eland común mantiene poblaciones estables en áreas protegidas del sur y este de África. Sin embargo, fuera de estas zonas, sus números han disminuido por pérdida de hábitat, caza furtiva y fragmentación del paisaje. Es objeto de caza por su carne y su piel, y también puede sufrir enfermedades transmitidas por ganado doméstico. Aunque está listado en el Apéndice II de CITES, su comercio está regulado, pero no prohibido. Existen programas de cría en cautividad y en reservas privadas, donde también se utiliza como especie alternativa de ganadería sostenible por su adaptabilidad y bajo impacto ambiental. En algunos países ha sido introducido con éxito en fincas de conservación y proyectos ecoturísticos. Las políticas de conservación más efectivas se basan en el manejo de hábitats, corredores de conectividad y la implicación de las comunidades locales.
A pesar de su gran tamaño, el eland común es capaz de saltar más de 2,5 metros en vertical, siendo uno de los mejores saltadores entre los grandes antílopes.
Cuando camina, sus patas emiten un “clic” audible a varios metros, cuya función aún no se comprende del todo; podría servir para mantener la cohesión del grupo o para mostrar su presencia a rivales.
Su carne es muy valorada por su bajo contenido en grasa y alto valor nutricional, por lo que algunas fincas promueven su cría como alternativa al ganado bovino.
El color de su pelaje se aclara con la edad, y los machos adultos pueden adquirir una tonalidad gris azulada con reflejos oscuros.
Ambos sexos poseen cuernos en espiral, aunque los de los machos son más largos y gruesos, alcanzando hasta un metro.
En época de celo, los machos exhiben su papada inflada y frotan glándulas de olor en el suelo y la vegetación.
Son rumiantes lentos, que descansan largas horas para digerir completamente los forrajes secos y duros que consumen.
A diferencia de otros bóvidos, los elands pueden regular su temperatura corporal en función de la estación, disminuyendo la sudoración para conservar agua.
En reservas sudafricanas, su presencia favorece la dispersión de semillas y el control del crecimiento arbustivo.
Cuando sienten peligro, en lugar de correr velozmente como otros antílopes, prefieren caminar en retirada y observar, confiando en su tamaño e inteligencia.
Algunas poblaciones semi-domesticadas se crían junto a cebras, ñus y avestruces, con las que comparten hábitat y recursos.
En la cultura san del Kalahari, el eland representa el “animal totémico sagrado”, asociado a la fertilidad y el equilibrio del ecosistema.
Es el antílope emblema del Parque Nacional de Etosha (Namibia), donde se le puede observar bebiendo en pozos de agua junto a elefantes y jirafas.
La cría de eland se desarrolla rápidamente: tras nacer, el ternero se levanta en menos de 30 minutos y comienza a caminar con el grupo.
Existen cruces documentados entre eland y especies bovinas en cautividad, aunque suelen ser estériles.
En cautiverio, requieren amplios espacios, sombra, enriquecimiento ambiental y dieta variada para mantener su bienestar.
Son animales muy inteligentes y se han registrado casos de resolución de problemas simples para acceder a alimento.
El nombre “eland” proviene del holandés y significa “alce”, aunque no tiene relación con los cérvidos.
En algunas lenguas bantúes es conocido como “impofu”, término que alude a su majestuosidad.
Pueden estar activos incluso con temperaturas superiores a 40 °C, gracias a su fisiología especializada.