Cocodrilo poroso

Crocodylus porosus

Nombre común

Cocodrilo marino / Cocodrilo de estuario / Cocodrilo poroso

Hábitat

Estuarios, manglares, marismas costeras, ríos de agua dulce y zonas costeras marinas.
Características

Familia

Reptilia

Orden

Crocodylia

Clase

Crocodylidae

Gestación

Incubación de aproximadamente 90 días

Nº de crías

Entre 40 y 90 huevos por puesta

P. Reproducción

Existen programas en núcleos zoológicos y granjas de cocodrilos para su conservación y aprovechamiento sostenible.

Dieta

Se alimenta de una amplia variedad de presas, incluyendo peces, aves, mamíferos (como búfalos y jabalíes), reptiles y crustáceos. Los juveniles consumen insectos, anfibios y pequeños peces.

Vida

En libertad: Hasta 70 años. En cautividad: Se han superado los 100 años

Biología y comportamiento

El cocodrilo marino (Crocodylus porosus) es el reptil más grande del mundo, alcanzando longitudes de hasta 7 metros y pesos superiores a 1.000 kg en los machos adultos. Su cuerpo robusto y musculoso está adaptado para la vida acuática, con una cola poderosa que le permite nadar a velocidades de hasta 43 km/h. Posee una piel gruesa y escamosa, con colores que varían entre el gris y el verde oliva, y una serie de bandas oscuras en la cola. Sus mandíbulas están equipadas con 66 dientes afilados capaces de ejercer una presión de hasta 1.770 kg, la más fuerte registrada en el reino animal. Además, cuenta con glándulas salinas en la lengua que le permiten excretar el exceso de sal, facilitando su adaptación a ambientes marinos. Sus ojos están adaptados para una visión excelente en condiciones de poca luz, y puede permanecer sumergido durante largos períodos gracias a su capacidad para ralentizar el metabolismo y redirigir el flujo sanguíneo al cerebro.

El cocodrilo marino es un depredador oportunista y altamente territorial. Los machos adultos establecen y defienden agresivamente territorios en estuarios y ríos. Su estrategia de caza se basa en la emboscada: se oculta en el agua, dejando solo los ojos y las fosas nasales visibles, y ataca rápidamente a sus presas cuando se acercan al agua. Su dieta es variada e incluye peces, aves, mamíferos y otros reptiles. Durante la estación húmeda, puede pasar más tiempo en tierra, comportándose como un carnívoro oportunista. Es capaz de realizar desplazamientos marinos de larga distancia, lo que explica su amplia distribución geográfica. Los juveniles son más vulnerables y suelen ser desplazados por los adultos hacia hábitats marginales o marinos.

El cocodrilo marino está clasificado por la UICN como “Preocupación menor” (LC) debido a la recuperación de muchas poblaciones tras décadas de intensa explotación. Durante gran parte del siglo XX, fue objeto de caza extensiva por su piel, altamente valorada en la industria marroquinera, lo que llevó a su desaparición local en varias regiones del sudeste asiático. En la actualidad, la caza ilegal persiste en algunas áreas, aunque a menor escala, y está regulado por la inclusión en el Apéndice I de CITES, salvo en países como Australia, Papúa Nueva Guinea e Indonesia, donde figura en el Apéndice II bajo sistemas de gestión sostenible. Los conflictos con humanos en zonas costeras y fluviales representan una amenaza creciente, especialmente en regiones donde su hábitat se solapa con actividades agrícolas o urbanas. Además, la pérdida y degradación de humedales, estuarios y manglares por el desarrollo costero y la contaminación pone en riesgo su hábitat crítico. Sin embargo, en países como Australia, se han implementado programas efectivos de conservación, monitoreo y manejo comunitario, que han permitido la recuperación y estabilidad de muchas poblaciones. Existen también granjas legales que promueven la cría en cautividad y ayudan a reducir la presión sobre las poblaciones silvestres.

Algunas
curiosidades

El cocodrilo marino es el reptil más grande del planeta, con ejemplares machos documentados de más de 7 metros de largo y más de 1.500 kg de peso.

Tiene la mordida más fuerte registrada en el reino animal, capaz de ejercer más de 1.770 kg de presión.

A pesar de su tamaño, es un excelente nadador: puede alcanzar velocidades de hasta 43 km/h en el agua gracias a su cola muscular.

Es uno de los pocos reptiles con capacidad de desplazarse por mar abierto, recorriendo más de 1.000 km entre islas y continentes.

Utiliza una técnica de caza por emboscada, esperando casi inmóvil durante horas antes de atacar con rapidez explosiva.

Posee glándulas salinas funcionales en la lengua, lo que le permite tolerar la salinidad del agua marina, a diferencia de otros cocodrilos.

Sus ojos tienen una membrana nictitante que actúa como una “gafa de buceo”, permitiéndole ver bajo el agua.

Puede permanecer sumergido hasta 2 horas, gracias a su capacidad de reducir el metabolismo y redistribuir el oxígeno.

En algunas regiones de Australia es conocido como “Saltie” y es objeto de respeto y temor por parte de comunidades costeras.

Se han documentado ataques a humanos, lo que lo convierte en uno de los reptiles más peligrosos en estado salvaje.

Las hembras son extremadamente protectoras de sus nidos y crías, y trasladan a las crías recién nacidas en su boca hasta el agua.

Su piel gruesa y escamosa tiene un alto valor comercial, motivo por el cual fue intensamente cazado durante décadas.

En lugares como Papúa Nueva Guinea y el norte de Australia se han desarrollado granjas sostenibles de cocodrilos, que ayudan a conservar la especie.

A diferencia de lo que se piensa, no mastica a sus presas: traga grandes trozos o las agita en el agua hasta despedazarlas.

Es una especie “constructor de hábitat” en humedales, contribuyendo al equilibrio ecológico al regular poblaciones de presas.

Algunas culturas melanesias y aborígenes australianas lo consideran una criatura ancestral o espiritual.

Los individuos jóvenes tienen un patrón de bandas oscuras más definido, que se va desdibujando con la edad.

Son animales de crecimiento lento y longevos, con registros de individuos que han alcanzado más de 80 años en libertad.

Pueden detectar vibraciones mínimas en el agua gracias a receptores sensoriales en la piel de su hocico.

Existen registros fósiles de especies afines que datan de hace más de 100 millones de años, lo que los convierte en auténticos fósiles vivientes.