Cabra doméstica

Capra aegagrus hircus

Nombre común

Cabra africana doméstica / cabra doméstica

Hábitat

Muy adaptable: montañas rocosas, praderas, bosques abiertos, áreas agrícolas, zonas áridas y semiáridas
Características

Familia

Bovidae

Orden

Artiodactyla

Clase

Mammalia

Gestación

Aproximadamente 155 días

Nº de crías

Generalmente 1-2, registros de hasta 4 crías

P. Reproducción

Sin fines de conservación (doméstico). Algunas razas autóctonas protegidas (p. ej. serrana, blanca celtibérica).

Dieta

Herbívoro rumiador; principalmente ramoneador y mixto. Consume hierbas, hojas, brotes, frutos, corteza y arbustos resistentes. Su estómago de cuatro cámaras le permite digerir material de baja calidad que otras especies no toleran. En zonas domésticas consume heno, alfalfa, residuos agrícolas y subproductos vegetales.

Vida

En libertad: 10–18 años; medios estimados de 12–18 años En cautividad: Hasta 20 años

Biología y comportamiento

La cabra doméstica es un mamífero artiodáctilo rumiador, descendiente directo de la cabra salvaje de Asia (Capra aegagrus). Posee una anatomía adaptada a entornos variados y una alimentación de baja calidad nutricional, gracias a su estómago con cuatro compartimentos que le permite fermentar la celulosa. Su cuerpo es compacto, ágil y musculoso, con patas finas pero fuertes, adaptadas a terrenos rocosos y accidentados. Presenta una gran diversidad morfológica según la raza, desde ejemplares de 20 kg hasta más de 100 kg. El dimorfismo sexual es notable: los machos suelen tener una barba prominente, cuernos más grandes y un tamaño mayor que las hembras. Las pupilas rectangulares les otorgan una visión panorámica excepcional, útil para detectar depredadores. Su sistema tegumentario muestra variaciones de color y densidad del pelaje según la región de origen. A lo largo de los milenios, la cabra ha sido seleccionada para diversos usos: leche, carne, piel, compañía o manejo del paisaje.

Las cabras son animales sociales, exploradores e inteligentes, con una estructura social basada en jerarquías. Viven en grupos organizados por sexo y edad, donde las hembras suelen liderar los movimientos del rebaño y los machos compiten por la dominancia, especialmente durante la época reproductiva. Su comportamiento es diurno y presenta picos de actividad por la mañana y al atardecer. Son trepadoras natas, capaces de escalar pendientes empinadas y caminar por cornisas estrechas, lo que les permite acceder a recursos vegetales difíciles para otros herbívoros. En estado asilvestrado, pueden formar grupos mixtos y establecer territorios temporales según la disponibilidad de alimento y refugio. Las cabras se comunican mediante balidos, gestos corporales y posturas; también utilizan el marcaje con orina y feromonas, especialmente los machos durante el celo. Su curiosidad natural y capacidad de aprendizaje les permite adaptarse fácilmente a entornos humanos, lo que ha facilitado su domesticación global.

Como especie doméstica, la cabra no está amenazada a nivel global; al contrario, es una de las especies ganaderas más importantes del mundo, con más de mil millones de individuos distribuidos en todos los continentes. Sin embargo, el asilvestramiento de cabras en ecosistemas sensibles ha causado graves daños ecológicos, como la erosión del suelo, pérdida de vegetación nativa y desplazamiento de especies endémicas, especialmente en islas. En regiones como Canarias, Hawái, Nueva Zelanda y Galápagos, se han implementado programas de erradicación o control poblacional. Las razas autóctonas, como la cabra palmera o la murciano-granadina, están amenazadas por la hibridación y el abandono del pastoreo tradicional. Aunque la cabra no está listada en la CITES ni evaluada como especie salvaje por la UICN, sí existen programas de conservación genética y manejo sostenible en zonas rurales. Estas iniciativas protegen la diversidad genética y los conocimientos asociados a su cría.

Algunas
curiosidades

La cabra fue uno de los primeros animales domesticados por el ser humano, hace más de 10.000 años en el Creciente Fértil.

Existen más de 300 razas reconocidas de cabra doméstica en todo el mundo, adaptadas a climas y usos diversos.

Las cabras tienen pupilas rectangulares, lo que les proporciona un campo de visión panorámico de casi 340 grados.

Son capaces de distinguir colores y resolver tareas cognitivas complejas, comparables a las de perros o cerdos.

En zonas montañosas como Marruecos, pueden trepar árboles como los arganes para alimentarse de sus frutos.

Las cabras asilvestradas pueden sobrevivir sin intervención humana durante generaciones, adaptándose a condiciones extremas.

En la cultura griega antigua, la cabra era símbolo de fertilidad y estaba asociada al dios Pan.

El queso más antiguo conocido por la humanidad fue elaborado con leche de cabra.

Algunas cabras muestran comportamientos de juego y vínculos sociales con humanos cuando se les socializa correctamente.

Son rumiantes eficientes: pueden digerir plantas leñosas, espinosas o secas que otros herbívoros rechazan.

La llamada “cabra enana africana” se ha popularizado como mascota en entornos rurales y urbanos.

Pueden vocalizar para expresar hambre, soledad, estrés o para comunicarse con sus crías.

El macho en celo libera un olor fuerte, producto de feromonas, para atraer a las hembras.

En islas como Fuerteventura, la cabra fue base de subsistencia durante siglos, y su carne y leche siguen siendo productos clave.

Su memoria espacial es excelente: recuerdan rutas, puntos de agua y lugares de pasto durante años.

Se emplean en programas de control biológico de vegetación para reducir incendios o mantener pastizales.

Algunas fiestas tradicionales incluyen competencias de salto o resistencia protagonizadas por cabras.

Son capaces de adaptar su reproducción a las condiciones climáticas y alimenticias, regulando el celo según fotoperiodo.